Thursday, October 11, 2007

Sólo Dios sabe

Más allá de algunas viejas situaciones, que -ahora, me daba cuenta- en cierta forma me habían traumatizado–, finalmente me decidí y la llamé. Antes, en un papelito, me había anotado temas a tocar en caso de quedarme mudo:
Exámenes
Mascota (creo que me dijo que tiene perro)
¿Qué hace los domingos? (pregunta boluda pero en caso de urgencia...)
¿Fue al gimnasio esta semana? (pregunta más boluda que la anterior...)
¿Cómo puede ser que le guste tanto Diego Torres? (tocar el tema con delicadeza)

Me atendió el padre y me dijo que Gisela no estaba, que llamara más tarde. Siempre que un padre me atendía, me daba la sensación de que estaba enojado, y me hacía cargo.
Unas horas después, volví a juntar valor. Daba ocupado... no sabía si era por temor a que volviera a atenderme el viejo, o porque había decidido que si no me comunicaba esa misma noche, entonces me liberaría y no la llamaría nunca más, y dejaría de transpirar. Sólo Brian Wilson en su peor momento de fobia podría llegar a entenderme.
Algo ("It must be love... love...") hizo que no me diera por vencido. Al quinto o sexto intento me atendió ella. Hablamos y quedamos en vernos. En ningún momento fue necesario mirar el machete ni toser para ganar tiempo y pensar en algo que no fuera aburrido, o divertido pero de mal gusto.